El cuidado de nuestros mayores es una tarea fundamental. En eso, la asistencia a domicilio es un recurso que llega a ser necesario. Nuestros padres o abuelos necesitan a alguien que les cuide en casa. Ya no solo porque nosotros no podamos dedicarles todo el tiempo que necesitan, sino porque requieren de una asistencia especializada, prestada por profesionales capacitados para dispensarla.
Dicen los asistentes de Fins Ara, un servicio integral de asistencia a domicilio para la tercera edad y personas dependientes en Barcelona, que en la ciudad condal viven 349.132 personas mayores de 65 años. De ellas, más de 145.000 tienen algún problema de movilidad. Esta es una realidad que se repite por todo el país.
Nuestros mayores quieren seguir viviendo en sus casas. Con ello gozan de una autonomía que para ellos es importante. Viven rodados de recuerdos. Con frecuencia su casa es el lugar en el que han residido durante años. Donde han criado a sus hijos, donde han vivido con sus parejas. Simbolizan materialmente sus vidas y no es fácil renunciar a ello.
El paso del tiempo trae consigo una serie de problemas. Los años no pasan en balde. Las articulaciones no les responden como años atrás y tareas tan sencillas como limpiar la casa se les hace cuesta arriba. Miran muy mucho el tema de la compra. Ya no pueden ir solos al supermercado un lunes por la mañana y cargar con todas las bolsas. El simple hecho de ir solos al médico, asistir a las visitas que tienen programadas, es algo arriesgado. En ocasiones no entienden lo que les ha dicho el doctor y de las orientaciones que han recibido, cumplen la mitad.
Nuestros mayores suelen vivir en el centro de las ciudades y en barrios antiguos. Se compraron la casa cuando eran jóvenes. Algunos de estos edificios, ni tan siquiera tiene ascensor. Son zonas que se han quedado envejecidas. El precio de la vivienda y de los alquileres ha hecho que la gente más joven se traslade a vivir a zonas más alejadas. Puede que, incluso, a sus hijos les cuesten entre media hora y una hora de transporte el ir a verlos.
Disponer de un profesional que vaya a asistirlos con frecuencia es fundamental para que puedan tener una calidad de vida aceptable. Estos son los dos problemas principales que padecen la tercera edad, y a los que se enfrentan los asistentes domiciliarios:
La pérdida de movilidad.
Dice la revista médica Medline Plus que la pérdida de movilidad es el problema de salud más frecuente en la tercera edad. En gran parte, es consecuencia del paso del tiempo. Los cambios en la postura y en la forma de caminar son frecuentes con los años. No se trata de un deterioro progresivo, sino de saltos cualitativos, producidos por la acumulación de complicaciones en la salud de los huesos y los músculos.
Existe una pérdida evidente de cartílago en las articulaciones. Las articulaciones son los puntos en los que se conectan los huesos entre sí y permiten que sea posible el movimiento. Los cartílagos son almohadillas que amortiguan la fricción. Al perder masa, el movimiento genera dolor, puesto que los huesos se rozan entre sí.
No encontramos cartílagos solo en las rodillas o en los codos. Este tejido ensambla todas las vértebras de la columna vertebral y unen los 11 huesos que forman la cadera y la pelvis.
Los huesos largos como el fémur y el húmero se vuelven más frágiles debido a la perdida de mineralización. Esto hace que se puedan romper con más facilidad y que soporten con más dificultad el peso de nuestro cuerpo. Cambios hormonales, como los producidos a partir de la menopausia, favorece la descalcificación del esqueleto.
Todos estos problemas, que se van agravando con el tiempo, hacen que la persona se sienta impedida para realizar tareas que hasta hace poco ejecutaba sin problemas. Esto les hace sentir más vulnerables e inseguros. Son presa de frecuentes accidentes domésticos (caídas y golpes) que les dejan secuelas cada vez más importantes.
La pérdida de movilidad se agudiza cuando la persona necesita aparatos supletorios para poder moverse, como los andadores y las sillas de ruedas. A las dificultades para desplazarse y realizar ciertos movimientos se le suma enfrentarse a las barreras arquitectónicas, subir y bajar escaleras o moverse por pisos desiguales.
La soledad.
Para la revista «Cuídate +», la soledad de los mayores es una epidemia creciente. En España hay casi 4,7 millones de hogares unipersonales. De ellos, un 42,5% están habitados por personas mayores de 65 años.
Calcula Gonzalo Castilla, coordinador del grupo de psicología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (S.E.G.G.), que en España existen más de 2,5 millones de personas mayores que se sienten solas. Un tercio de ellos se sienten solos a menudo. Un porcentaje que corre el riesgo de ir aumentando.
Señala el psicólogo que la soledad tiene repercusiones para la salud. Los mayores que se sienten solos son más propensos a padecer depresión. Hay una tendencia al abandono y a la desnutrición, lo cual agrava la posibilidad de padecer accidentes cardiovasculares.
La persona que se siente sola tiende a romper lazos con su vida social. Cada vez sale menos a la calle y mantiene menos contacto con el exterior. Encerrándose en sus recuerdos y en su vida interior, y agravando los problemas de movilidad, debido a que cada vez hace menos ejercicio.
Otro de los problemas psicológicos que entraña la soledad de los mayores es la sensación de indefensión. El miedo a encontrarse solos ante complicaciones de salud, lo cual les puede generar episodios de ansiedad.
Algunas veces pensamos que los mayores son como niños y que lo único que quieren es que les presten atención. Es una necesidad emocional, les sube la autoestima y les equilibra mentalmente. La sociedad tiende a apartar a las personas cuando dejan de ser productivas. Es una situación dura. Alguien que ha luchado toda su vida para que su familia esté bien y para que tengamos el mundo que tenemos en la actualidad, que de repente, en la última etapa vital, se sientan solos, olvidados, es algo doloroso.
A veces lo que más necesitan nuestros mayores es tener a alguien a su lado. Alguien que les escuche. Alguien a quien contarles su experiencia vital, el mayor patrimonio que han atesorado a lo largo de su vida. Esto les hace revivir tiempos pasados y sentirse útiles.
El aumento de la soledad entre las personas mayores es consustancial a las sociedades modernas. La concepción de familia como un gran núcleo social se ha ido difuminando. Las familias actuales están más desestructuradas de los que estaban hace 50 años. Es más difícil encontrar hogares en los que convivan bajo un mismo techo los abuelos, los padres y los nietos. La incorporación de toda la familia al mercado de trabajo, o su preparación para incorporarse, hacen que tengamos menos tiempo para dedicarle a nuestros seres queridos.
Los avances médicos han aumentado la esperanza de vida. El desarrollo de la tecnología ha creado y perfeccionado medios para comunicarnos a distancia, pero a cambio de ello, tenemos personas mayores que viven durante más tiempo solas y que tienen menos contacto presencial con sus familiares, que es lo que realmente necesitan.
La asistencia domiciliaria.
En un mundo donde lo que reina es la rentabilidad económica, quizás la asistencia domiciliaria no sea el nicho más rentable, pero mejora la calidad de vida. Pertenece a la llamada economía social. Una serie de servicios que vienen a cubrir necesidades básicas que aparecen en la sociedad, como es el cuidado de nuestros mayores.
Hace años, quien se encargaba del cuidado de los padres cuando iban envejeciendo y tenían menos autonomía era uno de los hijos, generalmente una mujer, o se iban turnando entre ellos. Hoy, con todas las responsabilidades que tenemos que atender, la situación es más complicada.
La asistencia domiciliaria viene a resolver este problema. No podemos pensar nunca que un asistente que viene a cuidar a nuestra madre mayor, nos va a sustituir. Estamos hablando de un personal cada vez más cualificado. La mayoría de ellos tienen conocimientos sanitarios y están entrenados para actuar correctamente ante cualquier emergencia médica.
Para hacernos una idea, algunos de ellos tienen formación como fisioterapeutas y otros como asistentes técnicos en geriatría. Se trata, por tanto, de dejar a nuestros mayores en las mejores manos, para que puedan llevar una vida digna, a pesar de las dificultades.
Esa idea de que contratamos a una chica para que le ayude a limpiar la casa, le haga la compra o le tenga preparada la comida un par de veces por semana, está siendo sustituida por el empleo de personal especializado que es capaz de tomarle la tensión cuando sea necesario o administrarle la medicación que necesita, al tiempo que se encarga de las cuestiones básicas de intendencia.
El mundo de la asistencia domiciliaria se está profesionalizando cada vez más, atendiendo los problemas reales que se presentan en la tercera edad y creando las mejores condiciones posibles para que podamos vivir bien los últimos años de nuestra vida.