Es increíble cómo te puede cambiar la vida una mudanza y aunque algunos estéis pensando en el estrés que conlleva o en el cambio de vida porque te vas a otra ciudad o país a vivir en mi caso no tiene nada que ver con eso.
Tengo 34 años y hace 5 años que perdí a mi pareja. Se suicidó. Jamás estuvo deprimido, jamás le vi con problemas y jamás me lo habría esperado, ni yo, ni su familia, pero un día lo hizo sin más y no hubo marcha atrás. Desde entonces he pasado por muchos estados de ánimo, desde la tristeza absoluta hasta un estado continuo de ansiedad con periodos de euforia momentáneos que luego me dejaban echa una mierda. Mi psicólogo lleva dos años diciéndome que necesito romper con todo y eso incluía la vivienda que compartía con él pero yo no quería irme, era todo lo que me quedaba.
No mejoraba, la depresión por la que pasé con todo esto fue tan grande que mi familia llegó a temer por mi vida y tres darme de bruces con la dura realidad cuando nació mi sobrina, que ahora tiene año y medio, y morirme de tristeza por no estar alegre al verle la carita por primera vez o no tener ganas de pasar tiempo con ella, decidí poner remedio inmediatamente. No estaba viviendo.
Vendí mi piso hace 6 meses, a buen precio, y contraté a la empresa mediterraneoexpres.es para que realizara el transporte de mis muebles. Pero el proceso más importante fue cuando contacté con cartonajesmimo.es para comprar varias cajas grandes de embalar y… ¿sabéis por qué? Pues porque eso significaba sacar todas las pertenencias de él del armario, ordenarlas, quedarme con las que fueran importantes para mí y deshacerme del resto. No había pasado antes por ese trauma porque no me había resultado necesario, a pesar de que me lo hubieran recomendado miles de veces, y ahora ya no había vuelva atrás.
Fue duro y muy difícil. Sobre todo cuando saqué algunas camisetas del armario que aún olían a él. Pero tuve que hacerlo y ahora sé que es lo mejor que podría haber hecho, de verdad.
Adiós a la cobardía
A veces, cuando pensamos en mudarnos para huir de un pasado que nos persigue y no nos deja seguir hacia adelante nos sentimos cobardes y nos decimos a nosotros mismos que la vivienda no tiene la culpa de nada, que tenemos que ser valientes y seguir adelante con lo que tenemos y con la cabeza bien alta. Pero eso no siempre es así.
Hay veces en las que romper de cuajo con todo lo que nos recuerde a aquello que nos hace daño es necesario. Es como quitar una tirita, muy rápido, para que duela menos y si nos recreamos en esos espacios que nos traen tantos recuerdos, en esas sensaciones que ya no podemos revivir y en esos objetos a los que tanto cariño tenemos, el dolor es mucho más punzante, más duradero y más pesado.
No se trata de olvidarnos de nadie, ni de dejar de recordarle, se trata de romper con un pasado que ya no va a regresar y que siempre estará ahí, en nuestra memoria, pero no en nuestro presente.
A mí una mudanza me ha cambiado la vida… ¿y a vosotros?