Recientemente en Alemania se ha creado una ley que permite no indicar en el registro civil el sexo del bebé recién nacido cuando no se puede precisar su sexo con seguridad observando sus genitales. Esto ocurre en un 0’018% de los casos, es decir, en 1 de cada 2000 bebés recién nacidos, aunque se calcula que en realidad el 1% de la población mundial posee algún grado de intersexualidad.
Precisar el sexo del bebé cuando no está claro puede resultar tremendamente peligroso para la salud psicológica de nuestros hijos. El problema de todo esto no es el individuo sino la importancia social que pueden llegar a dar los padres a las características de su hijo: el «miedo al qué dirán». Esto hace que la identidad y las necesidades del hijo pasen a un segundo o tercer plano, y que sus características biológicas se conviertan en un tabú, en un tema que hay que evitar y ocultar, incluso al propio niño.
Por desgracia en España este tema resulta aún desconocido para la gran parte de la sociedad, y por tanto muchos de los padres no están preparados para saber afrontar esta cuestión. Los errores que se han cometido y se cometen frecuentemente son bastante comunes en todos los casos. Al tener que «elegir» el sexo del bebé para insertarlo en el registro, muchas veces se «decide» cuál es el sexo, bien por parte del médico (quien tampoco puede determinarlo en realidad) o bien se deja elegir a los padres. Esta forma tan arbitraria de decidir algo que ni siquiera está definido por la naturaleza suele traer consecuencias desastrosas para la familia, y sobre todo para el afectado. Sin necesidad de indagar demasiado por la red, se pueden encontrar casos de testimonios reales. Algunos, por suerte y a pesar del rechazo de los padres ante esta realidad, se han resuelto bien, aunque con mucho dolor y sufrimiento. Otros no han tenido tanta suerte.
Qué hacer ante estos casos
Aunque actualmente nuestra sociedad ha empezado a romper barreras y a descartar etiquetas sociales, la falta de información sigue siendo nuestra mayor lacra. Cuando esperamos tener una familia y estamos esperando un hijo, la gente pregunta: «¿Te gustaría que fuese niña o niño?» Y la respuesta más frecuente suele ser: «Lo importante es que esté sano». Hacemos esta afirmación porque sabemos que es algo habitual y biológicamente normal que un bebé nazca con alguna malformación o enfermedad, más leve o más grave. Ante, por ejemplo, una malformación, existen distintos grados y decisiones médicas que tomar. Casi todo el mundo conoce a alguien que ha nacido con dos dedos juntos, por ejemplo, y que ha tenido que ser operado (no necesariamente siendo bebé) para «corregir» esta característica. En cualquier caso, suelen ser problemas a los que no se les da excesiva importancia, ya que en realidad «el bebé está sano».
De la misma manera deberíamos actuar ante un caso de intersexualidad o de ambigüedad genital de nuestro hijo. No es un asunto importante que vaya a repercutir en su salud y, si no hacemos nosotros sus padres que lo sea, tampoco en su vida social. No existe ninguna necesidad de especificar el sexo en un niño menor de 5 años, ya que a esta edad no son siquiera conscientes de la distinción niño-niña. Lo que sí es verdaderamente importante es que estemos atentos al momento en el que empiecen a surgir sus dudas y curiosidad, para ayudarle a no angustiarse ante el no saber qué le está pasando, a diferencia de los otros niños que sí tendrán un sexo definido. El apoyo y el amor incondicional de los padres son siempre la fórmula del éxito y la felicidad ante este y cualquier otro caso.
«¿Es niño o niña?» Qué hacer cuando nos pregunten
No tenemos por qué dar una respuesta falsa y aunque quizá lo que más nos apetece no es ir dando charlas sobre intersexualidad a la gente, es la forma de actuar con la que más apoyaremos a nuestro hijo y los hijos de otros que nazcan con la misma característica. Hablar del tema con naturalidad, explicarlo a la gente de manera tranquila y mostrando en todo momento cuánto queremos a nuestro hijo y lo feliz que es son las herramientas más útiles de aceptación social.
Son muchos los niños y niñas que se han criado con una identidad sexual que no les correspondía. «Le hemos dicho a todos nuestros amigos que Patricia es una niña, le hemos puesto vestidos, le hemos regalado muñecas y ahora no quiere ponerse bikini para ir a la playa, quiere que la apuntemos a fútbol y le está creciendo un pene». Esta descripción tan grotesca corresponde a la realidad de muchas familias que no han sabido afrontar los hechos. Hijos desterrados, avergonzados de ser quienes son, a quienes sus familias les obligan a vivir ocultando su verdadero yo y fingiendo…
Como padres, nuestra responsabilidad y obligación es ayudar a nuestro hijo en su desarrollo y crecimiento personal y este no debe ir condicionado al sexo o la identidad del individuo. En todo caso, en todas estas cuestiones son en las que deberemos ayudar a nuestro hijo a descubrir.