Hablar de suicidio como enfermedad mental resulta siempre chocante y extraño. Nuestra sociedad tiene tendencia, primero, a no hablar de ello, y en segundo lugar a no tomar siquiera en consideración sus posibles causas. Vemos al suicidad como persona que ha despreciado la vida o que no ha podido con ella, siendo el suicida una persona libre en su elección de dejar de vivir.
Pero nada está más lejos de la realidad como esta creencia. Las causas del suicidio pueden ser múltiples, pero en muy pocos casos podemos decir que se lleva a cabo con libertad. El potencial suicida no es libre en la medida en que no ve la vida tal y como es, sino solo una parte, la que le lleva a creer que la vida no merece la pena o que el futuro solo le va a reportar sufrimiento.Este pensamiento no es libre ni real, ya que no sabemos verdaderamente qué ocurrirá en el futuro, no somos buenos adivinos; de ser así, todos averiguaríamos el el número ganador de la lotería y seríamos millonarios. La clave está en que cuando nos sentimos plenos y felices, esa felicidad nos embarga y pensamos que nos va a acompañar siempre. De la misma manera, cuando nos sentimos tristes y desgraciados creemos que la desgracia va a quedarse con nosotros. Ambas visiones son engañosas y parciales. Nada es para siempre. Por desgracia, la felicidad no va a acompañarnos durante todos los instantes de nuestra vida, aunque sí puede ocupar la mayor parte de ellos. Pero de la misma manera, tampoco lo hará la tristeza.
Aparte de este hecho, los factores que influyen en el suicidio son a veces enfermedades mentales difíciles de detectar, como la esquizofrenia y otros trastornos de la personalidad que se pueden manifestar en grados tan leves que no son detectados por el que lo sufre ni tampoco por su entorno.
Otros síntomas del suicido a los que no se les da importancia es a las amenazas de suicidio. Está muy extendida la creencia errónea de que cuando una persona avisa de que se va a suicidar es porque quiera llamar la atención cuando en realidad no tiene ninguna intención de hacerlo. Este es un error común que desemboca en el suicidio finalmente, ya que la actitud del entorno deja al potencial suicida desamparado ante su malestar.
Algo importante a saber sobre el suicidio es que en la mayoría de los casos se trata de un proceso lento. El potencial suicida puede estar años rumiando o calibrando la posibilidad del suicidio hasta llevarlo a cabo por fin. Por ello podemos escuchar a alguien hablar del tema y comprobar que en los días o semanas siguientes no ocurre nada. Esto hace que nos calmemos y creamos que realmente no piensa hacerlo, cuando es una acción que puede llegar años después.
Cada vez son más los hospitales y centros especializados en la prevención del suicidio, obteniendo unas tasas de éxito bastante elevadas. Estas instituciones se quejan del hecho de que se enmascare la tasa de suicidios en España, ya que para que estos se clasifiquen como tan en las estadísticas, debe existir una nota de despedida o señal explícita, con lo que se piensa que muchas de las muertes catalogadas como accidentes esconden detrás la muerte voluntaria, siendo esta la principal causa de muerte violenta en nuestro país.