Serían las doce de la mañana del mes de julio. Tenía 7 años y estaba de vacaciones, disfrutando de unos días maravillosos en el pueblo de mis abuelos maternos. Justo en ese momento llegó mi primo Sergio, de 12 años. Era conocido por sus obras, pero nunca pensé que lo que me hizo ese día me iría persiguiendo durante el resto de mi vida.
Llegó el momento de dar de comer a las gallinas. Esas gallinas que hasta ese momento a mí me parecían divertidas y hasta graciosas. Mi primo me cogió de la mano, me llevó hasta el gallinero y de repente…me empujó. Fui a dar contra la paja donde dormían y reposaban las aves. Como es lógico, se asustaron y comenzaron a revolotear. De repente se levantaron contra mí y fueron todas en manada. Creo que habría más de 20. Podéis suponer lo que eso ha sido para mí el resto de mi vida.
Sí, desde ese día, desde ese maldito día, tengo avefobia. Me parece imposible poder acercarme a ellas. Nunca se lo he perdonado a mi primo, el gracioso. Es un temor a que se vuelva a repetir que no se lo recuerdo a nadie. A mi cabeza regresa esa escena, yo llorando, pidiendo a mi primo que me sacara de allí, y él riéndose. Fueron quizás dos minutos, o quizás menos, pero yo lo recuerdo como si hubieran sido horas, horas eternas.
Pues bien, esta negra secuencia de mi vida me sirve como introducción al tema que hoy tratamos. Esos traumas infantiles que posteriormente se prolongan en el tiempo y que tienen efectos cuando somos adultos.
Qué es un trauma
Primero vamos con la parte teórica. Los traumas infantiles son experiencias dolorosas, perturbadoras o abusivas que ocurren durante la infancia y que pueden dejar secuelas emocionales, psicológicas y físicas en el individuo a lo largo de su vida.
Estos traumas pueden ser causados por eventos como abuso físico, abuso sexual, negligencia, violencia doméstica, enfermedades graves, accidentes graves, separaciones familiares, entre otros.
Cuando un niño experimenta un trauma, su capacidad para sobrellevar y procesar la situación puede resultar muy comprometida. Aún tengo en mi mente esas gallinas. Lo que puede llevar a una serie de efectos negativos a nivel emocional, conductual y relacional.
Hasta el punto de que yo no puedo ver a una gallina muerta. Todo el mundo me dice “pero tranquilo, si está muerta”, pero yo no puedo reaccionar del pavor que tengo.
Y como me ocurrió a mí, si no son abordados de manera adecuada, es más probable que persistan a lo largo de la vida del individuo y puedan causar dificultades significativas en su desenvolvimiento personal y profesional.
Ejemplos de traumas
En mi caso fue la gallinas, pero es cierto que hay muchos traumas que se tienen cuando eres un niño y que luego te persiguen. Ocurre algo similar con la oscuridad, que muchos niños lo recuerdan de cuando eran niños y cuando son mayores lo llevan muy mal.
Otro trauma que se hereda cuando eres un niño y que luego te persigue durante años es el de visitar al dentista. O eso al menos era en mi época. Pero claro, ahora ya no tiene nada que ver. Hay tratamientos muy avanzados y el ir al dentista ya no es un suplicio.
Hasta el punto de que ahora hay una especialidad que se llama odontopediatría. Trata el cuidado oral preventivo y terapéutico de niños y adolescentes. Los niños son los más susceptibles de tener miedo a visitar al dentista. Este miedo puede ser un impedimento a la hora de realizar un tratamiento dental, tanto para el niño, como para el especialista. Por suerte, la sedación consciente es una técnica, nada invasiva para el niño, que permite reducir el miedo y la ansiedad durante la visita, afirman desde la Clínica Dental Collado Villalba, que creen que es “importante adecuarse a las distintas necesidades según la etapa de cada paciente”.
Efectos comunes
Trastornos de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastorno límite de la personalidad, problemas de autoestima, problemas de conducta, abuso de sustancias, entre otros. Estos son algunos de los síntomas que cuando somos mayores, luego podemos tener, y ya os digo que nos persiguen siempre. Aún sueño con esas gallinas.
Además, los traumas infantiles pueden también afectar la capacidad de establecer relaciones saludables. Y os cuento algo muy concreto, yo no puedo ir a cosas o excursiones donde haya gallinas.
Y ya de manera de conclusión, está claro que es importante buscar ayuda profesional si se han experimentado traumas infantiles. El apoyo terapéutico puede ayudar a procesar y sanar las heridas emocionales causadas por estas experiencias traumáticas, permitiendo así superar los efectos negativos. EN mi caso tengo que reconocer que no he ido a ningún profesional por mi trauma con las gallinas, pero que todos me lo recomiendan.