El consumo de drogas y alcohol entre los adolescentes se ha disparado en los últimos años, siendo el cannabis y el alcohol, las sustancias más demandadas por estos precoces jóvenes, que según las encuestas, algunos empiezan a “colocarse” a la edad de 12 años. Sobre los 16-18 años, muchos jóvenes ya han probado la cocaína y las drogas de diseño, como la metanfetamina (speed, cristal…), MDMA (éxtasis), ketamina, o polvo de ángel.
En la mayoría de los casos, estos adolescentes pertenecen a familias perfectamente estructuradas, sin ningún tipo de problema aparente, y con una situación económica relativamente buena, pero el aburrimiento, la presión de grupo o la inseguridad personal, pueden provocar que muchos jóvenes decidan empezar a consumir drogas, utilizándolas como vía de escape de de una realidad con la que no están conformes y en la que no confían nada. Los medios de comunicación, muchas veces, venden una imagen mitificada de las drogas, relacionando su consumo con la libertad, la independencia o la rebeldía.
A diferencia de lo que ocurrió en épocas anteriores (recordemos la llamada “generación perdida”) el problema no es la falta de información, ya que nunca como hoy, la información relativa al consumo de drogas había sido tan clara y precisa, ya que incluso en el colegio reciben charlas en las que son informados de los efectos de las drogas y de las consecuencias de su consumo a corto y medio plazo, los padres y madres de hoy también hablan con sus hijos sin tapujos sobre estos temas, pero parece no ser suficiente.
A pesar de toda la información con la que cuentan estos jóvenes, la promesa de felicidad inmediata es mucho más potente que ese pretendido miedo o respeto por las drogas que se les intenta inculcar. Los adolescentes de hoy, poco acostumbrados al “No”, lo quieren todo y lo quieren ya, no saben ellos el futuro que les espera…
La psicóloga Marisa Hernández Torrijo, (licenciada en Psicología Clínica por la por la UNED y Máster en tratamiento de Drogodependencia y Adicciones) atiende en su consulta particular de psicología en Zaragoza, cientos de casos de jóvenes con problemas de adicciones, a los que intenta recuperar a partir de una terapia cognitivo- conductual, es decir, promoviendo cambios a nivel psicológico, de tal forma que se produzcan cambios a nivel cognitivo, influyendo así en las emociones y finalmente se pueda cambiar la conducta, que interfiere de forma negativa en la vida del adolescente, en este caso.
Drogas más consumidas por los adolescentes y como evitarlo
Los jóvenes de hoy en día comienzan con drogas legales, sustancias adictivas y peligrosas que han visto consumir cientos de veces a sus padres y madres y que venden en cualquier establecimiento en la calle, estas son el tabaco y el alcohol. Para muchos la experiencia de la primera vez no pasa de ahí y no entraña mayor problema que el de agarrarse una borrachera descomunal, desmayarse o vomitar. Pero otros en cambio no han tenido tanta suerte, y esta primera toma de contacto ha sido sólo el comienzo de una larga y peligrosa amistad con el lado oscuro.
Más tarde, estos jóvenes empiezan a consumir cannabis, es decir, porros de marihuana o hachís, que si bien no son considerados drogas duras, sí que es necesario tener cierto cuidado con el abuso de estas sustancias, que pueden causar graves problemas mentales a corto o largo plazo, en personas con cierta propensión, como por ejemplo, ansiedad, depresión, psicosis, esquizofrenia…
A medida que los adolescentes van creciendo y aumenta su poder adquisitivo, empiezan a consumir otras drogas más peligrosas y adictivas, entre las que destacan la cocaína y las drogas de diseño, aunque en los últimos años, parece que el consumo de heroína vuelve a repuntar entre las nuevas generaciones, totalmente ajenas a los estragos que provocó entre la juventud de los 80.
Para evitar que nuestros jóvenes vuelvan a protagonizar historias como las de la generación perdida, toda la sociedad debe trabajar unida por una causa común, y por eso debemos tomar ciertas medidas como: informar correctamente a los jóvenes sobre los riesgos, vigilar las conductas que puedan delatar una posible adicción o promover programas de prevención.