Consejos para llevarte mejor con un adolescente

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La Real Academia de la Lengua, la famosa RAE, dice que adolescencia es el “período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud”. La definición no puede ser más preciosa, pero claro, no es tan bonito. Solo la persona que tiene adolescentes a su lado sabe lo que es tener a estos personajes entre nosotros. Lo primero, y algo que nos diferencia del resto de la población, es que no hablamos su mismo idioma, por eso, nosotros queremos dar una serie de consejos para poder conocerlos mejor.

Nosotros lo queremos llamar serie de consejos, otros incluso lo llaman de guía para poder sobrevivir a esta etapa de la vida. Toma nota porque si tienes a un adolescente en tu casa o tienes un niño que próximamente llegará a esta etapa, tienes que saber todas estas cosas. Lo mejor es adelantarse y llegar preparando. Para ello mejor que darte un tocho de consejos, lo que hacemos es responder a preguntas que seguro que te has hecho alguna vez. Suerte.

¿Por qué duermen tanto?

Sí, efectivamente. Parecen osos. A los adolescentes les mola eso de acostarte tarde y levantarse aún más tarde. Pero ojo, es su cuerpo el que lo provoca. La melatonina, que es la hormona que induce el sueño, se segrega cada vez más tarde a partir de la pubertad, por eso tienen problemas para conciliar el sueño si se van pronto a dormir. Por supuesto, luego hay otros efectos como tomar alcohol o jugar a la consola y estar horas y horas con el teléfono móvil.

¿Por qué comen tanto?

Sí, también comen como osos. Ellos son así. Un rasgo muy común de esta etapa es comer sin fin. “Deja algo para los demás”, es la frase más oída a la hora de comer. Y es que el cuerpo les pide energía y es esa gran necesidad la que hace que estén comiendo constantemente. Hay que tener en cuenta que el 45% de la masa ósea de un adulto se forma en la adolescencia. Así que tienen que darle caña a sus comidas.

¿Por qué quieren estar solos?

Es un rasgo muy habitual en ellos. Solo quieren estar solos en su habitación. Se siente incomprendidos y lo que mejor hacen es meterse en su cuarto ponerse los cascos y oir música que solo ellos entienden. Lo hacen porque necesitan una introspección y timidez en el que se encierran en su cuarto y reflexionan sobre sus cambios y experiencias para conocerse mejor. Y no, no quiero bromas.

¿Por qué les influye tanto el medio que los rodea?

Es cierto que parece que somos los peores para dar consejos. No quieren estar con nosotros, pero tampoco nos quieren escuchar. Eso sí, cuando llegan sus amigos, sus palabras parecen consejos sabios. Es el momento en el que los padres siempre dicen lo mismo. “Si tu amigo Carlos se tira a un puente, ¿tú también lo haces?” Y lo peor es la respuesta, porque lo más seguro es que digan que sí.

¿Son agresivos?

No son violentos pero es cierto que las puertas y las paredes pagan sus frustraciones. Según los expertos en esta época construyen su personalidad por oposición y negación del otro. Se sienten grandes, fuertes y con más argumentos, su cerebro es más impulsivo y quieren conseguir lo que desean a cualquier precio. Hay que saber entenderlos y sobre todo, escucharlos.

¿Por qué son tan impacientes?

La época de la adolescencia es la etapa del “ya” del que “momento” Y eso provoca que sean tan impacientes. Ellos quieren ya probarlo todo, quieren investigar y conocer cosas que hasta ahora no habían pasado por su vida. Aquí es donde entra la fase más peligrosa porque comienzan los coqueteos con el alcohol o con las drogas.

Y después de responder a todas estas preguntas. Es el momento de hacernos nosotros una pregunta. ¿Qué hacemos? Pues por experiencia propia tener mucha paciencia, y sobre todo empatizar. Una palabra que no solemos poner mucho en marcha. Hay que ponernos en lugar de nuestros chicos, y sobre todo hacerse partícipe de todo lo que hacen.

En mi caso recuerdo cosas que hicimos juntos. Por ejemplo íbamos al campo de fútbol, hacíamos deporte. Eso sí, yo siempre sin agobiar, él era la persona que marcaba el ritmo. Hablé con él y le dije que yo le daba confianza, pero que no abusara de ella, y sobre todo, que no la rompiera. Parece que fue mano de santo.

Como curiosidad recuerdo que comenzamos a compartir hobbies. Y sí, a mis 50 años me puse a jugar a los videojuegos. Pedimos un lote a la web LiquiStocks de juegos clásicos, así no me sentí tan antiguo, con títulos como Tetris o Comecocos y nos pusimos a jugar. La verdad es que en su cara se veía que eso le gustaba. Es un ejemplo de lo que estos chicos necesitan, simplemente ser escuchados, comprendidos y partícipes.

La buena noticia de todo esto es que, por suerte, la adolescencia se va. Igual que viene, se va. Un buen día llegará ese momento en el que tu hija o hijo te diga, “me voy de casa, me independizo”.

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