Es extraña nuestra mente, muy extraña. Nunca se sabe con qué tipo de pensamiento, fobia u obsesión te puedes encontrar, pero jamás puedes pensar que algo es “ridículo” o tiene “menor importancia que…”, porque para la persona que tiene esa fobia puede que sea lo más agobiante que hay en ese momento en su vida.
Hace unos meses vino a mi consulta una chica joven, de 31 años, embarazada de cinco meses. Venía un poco obligada por su marido y sus padres porque ella no pensaba que tuviera ningún problema, aunque luego me reconoció que sí lo tenía. Yo jamás habría pensado que una joven inteligente, con cultura y la fuerza interior que ella demostraba en otros aspectos, pudiera ser tan frágil y pudiera dudar tanto de sí misma.
Entró a mi consulta totalmente muerta de miedo con respecto a su futuro hijo, le daba miedo todo: desde pensar en cogerlo y que se le cayera hasta que tuviera algún tipo de problema y no supiera resolverlo. Uno de sus principales miedos era que el niño tuviera los dientes débiles o en mal estado. Estaba tan obsesionada que se había aprendido de memoria los resultados de un buscador de dentistas online. Si escribes “mejores dentistas en Madrid” en ese buscador, te aparece una relación de clínicas dentales en dicha ciudad que también puedes filtrar por especialidad, y así sucede con todas las ciudades y localidades. Ella se había aprendido el nombre y la dirección de las tres primeras clínicas dentales con especialidad de odontología pediátrica en cada provincia.
Un trauma infantil muy acusado
Por lo visto, su marido viaja mucho por temas de negocios y siempre que puede le acompaña. Su miedo era que le ocurriera algo al niño en la dentadura cuando estaban fuera de casa, tal y como le había ocurrido a ella de pequeña. Con tres años se cayó al suelo y se llevó un buen golpe en los dientes de leche. Al principio no ocurrió nada pero, a los pocos días, empezaron a rompérsele los dientes y caérsele a trocitos diminutos. Los trozos que quedaron dentro de la encía le provocaron una infección muy peligrosa que provocó que estuviera casi año y medio acudiendo a un dentista especializado para recibir tratamiento.
Ese trauma infantil se ha instaurado en su cabeza y, unido al pavor que tiene a no saber cómo cuidar de su hijo, hacerlo mal, o que algo malo le ocurra, le ha provocado una especie de fobia que tiene realmente preocupada a toda la familia. Cambió totalmente de hábitos y se obsesionó con los alimentos saludables hasta tal punto que ya no podía ver ni oler nada que tuviera azúcar o grasas de ningún tipo. Si un día no comía suficientes proteínas o vomitaba por culpa de las náuseas del embarazo, le entraba ansiedad pensando que no estaba alimentando bien a su bebé. Era tan grande el martirio que tenía esa chica que ya no sabía cómo sobrellevarlo.
El niño nació hace tres meses. Recuerdo que le mandé al hospital una tarta de pañales y ella me llamó en cuanto la recibió para agradecerme el detalle, y aunque aún sigue viniendo a terapia todas las semanas, está mucho mejor. Los ataques de ansiedad han disminuido notablemente, pero sigue obsesionada con los dientes del niño, creo que no puede evitarlo. La parte positiva es que, según su marido, la situación es mucho más llevadera. Supongo que realmente no sabremos hasta qué punto hemos solucionado el problema hasta dentro de un par de meses, cuando empiecen a nacerle los primeros dientes de leche al bebé, pero aparentemente ha mejorado mucho.
Puede que algunos de nosotros pensemos que sus obsesiones son ridículas o que su miedo era exagerado, pero para ella esas fobias eran muy reales. Daba igual lo mucho que su familia le dijera que no era para tanto, o que no tenía por qué pasar nada, o que todo lo que tenía eran nervios de mamá primeriza, porque ella no necesitaba escuchar nada de eso, ella necesitaba ayuda profesional.
Si alguna vez alguien os cuenta sus miedos o sus preocupaciones y os parecen ridículas en comparación con las vuestras, no digáis nada, sólo escuchad, puede que para vosotros sea así pero para la otra persona esos problemas son los más horribles del mundo, los más agobiantes, y no puedes ni debes “tirarlos por tierra” gratuitamente.