Un fin de semana feérico en un hotel de ensueño…

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“¡Y pensar que unos pocos privilegiados pueden pagarse una estancia de ensueño en un hotel de lujo como el Mercer Barcelona como si nada!” Este pensamiento es el que siempre me venía a la mente cuando pasaba delante de este increíble y exclusivo hotel de lujo situado en pleno corazón de la ciudad condal, concretamente en el barrio gótico, a escasos metros de la catedral y de muchos otros lugares de interés turístico. ¿Quién me iba a decir a mí que un día yo también sería uno de los huéspedes de este lugar encantado? ¡Sí! ¡Así es! ¡Tal y como os lo digo! ¿Cómo? ¿Por qué? Os lo voy a contar… Llevo casi toda una vida trabajando de asistenta en la misma casa y dentro de unas pocas semanas cogeré mi jubilación y podré por fin ocuparme del huertecillo que tengo, leer, coser y mirar la televisión junto a mi esposo y mi perro Lucky.

Cuando un sueño se vuelve realidad

Lo dicho, os cuento… El otro día, mientras estaba quitando el polvo en el despacho de la señora, entró ésta y me dijo: “Amparo, dentro de poco usted se jubilará y me gustaría hacerle un regalo especial… ¡Ya sabe usted a qué punto la aprecio y cuánto la echaré de menos!”, y fue entonces cuando me preguntó si tenía un sueño, un deseo que me gustaría realizar y yo, ni corta ni perezosa, sin pensármelo en realidad, le solté que siempre que pasaba por las mañanas delante del Hotel Mercer Barcelona para venir a trabajar, no podía parar de pensar en la suerte que tenían algunas personas de poder dormir en un edificio tan emblemático y espectacular como ése. Entonces ella sonrió y feliz me contestó que eso estaba hecho y que ya podía pensar en una fecha para pasar un fin de semana inolvidable con mi esposo y todo incluido: desayuno, comida, cena, spa, etc., en dicho hotel y que los gastos correrían por su cuenta. ¡No me lo podía creer! ¡Casi me puse a llorar de la alegría que me dio! Nos abrazamos con emoción…

Tantos años al servicio de una familia crean lazos, ¡quieras o no!, y la verdad es que mi patrona conmigo se portó siempre bien en todos los sentidos y me pagó religiosamente cada mes y todo lo correspondiente sin cuestionar nunca nada. De hecho, siempre he ganado más que algunas personas de mi entorno que se vanagloriaban de no ocupar puestos de “fregonas” o “chachas”, ¡aunque las trataran mal y pisotearán como si fueran vulgares y sucios felpudos! ¡Cuánta idiotez hay en cierta gente! Tal comportamiento nunca sucedió entre mi patrona y yo. Eso sí: ¡nunca hubo tampoco ninguna familiaridad entre nosotras y nuestra relación siempre fue cordial, sumamente respetuosa pero únicamente profesional! Yo soy de otra generación, de ésa en la que había que guardar ciertas distancias con las figuras de autoridad, etc. Cuando veo por ejemplo en la actualidad a padres ir a ver a los maestros o profesores de sus hijos para montarles una escena por haber castigados a sus retoños debido a un mal comportamiento o por haberles puesto una mala nota, pues… qué quiere que le diga… ¡francamente no me gusta! Pero, volviendo al tema que nos preocupa, el de mi trabajo… también es verdad que yo tuve la suerte de caer con una buena familia que me pagaba decentemente y más, aunque lo más seguro es que si no hubiera sido el caso, me hubiera ido de allí…

En fin… Todo ello para deciros que mi esposo Enrique y yo pasamos un fin de semana feérico e inolvidable en el Hotel de lujo Mercer Barcelona gracias a mi patrona. ¡Vaya hotelazo! Pues, el edificio ubicado en la calle Lledó está construido sobre una parte de la muralla romana de la antigua Barcino y tiene unos frescos originales del siglo XII que, aunque no entiendas nada de Arte –como es mi caso–, te dejan no obstante sin habla. Del exterior sorprende el hotel, pero cuando ves su interior y las multitudes de servicios de alta calidad y la cocina tan exclusiva y gourmet que ofrece, ¡te sorprende y cautiva todavía más! Con ello, al estar el edificio tan bien situado, es decir en el barrio gótico, ello te permite acceder a los principales puntos de interés de Barcelona, como la catedral, las ramblas, el Mercado de La Boquería, El Born, el Museo Picasso o el Palau de la Música, etc. ¡Le estaré eternamente agradecida a mi patrona! Aun así, debo confesaros que al volver a mi casa me alegré un montón de reencontrarme con mi perro, mi espacio y mis cosas. Ea… ¡Así es la vida!

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