En la tercera edad, la salud bucodental adquiere una importancia especial, ya que los cambios fisiológicos propios del envejecimiento, sumados a enfermedades crónicas y a determinados hábitos, pueden aumentar el riesgo de padecer problemas en dientes y encías. Mantener una boca sana no solo es fundamental para poder masticar y alimentarse correctamente, sino también para conservar una buena calidad de vida, ya que las alteraciones en la cavidad oral pueden afectar al habla, a la autoestima y, en casos graves, incluso a la salud general.
Uno de los problemas más comunes en esta etapa es la pérdida de piezas dentales. Con el paso de los años, el esmalte se desgasta y las encías pueden retraerse, dejando más expuesta la raíz del diente. A esto se suma el efecto acumulado de caries no tratadas, enfermedades periodontales y traumatismos. La falta de dientes no solo dificulta la masticación, sino que también altera la mordida, lo que puede provocar molestias en la articulación temporomandibular y cambios en la fisonomía facial, acentuando el envejecimiento del rostro.
La enfermedad periodontal, que incluye la gingivitis y la periodontitis, también es frecuente en personas mayores. En sus fases iniciales, se manifiesta con encías inflamadas, enrojecidas y sangrantes, pero, si no se trata, puede avanzar hasta dañar el hueso que sostiene los dientes, causando movilidad dentaria e incluso su pérdida. Factores como la diabetes, el tabaquismo o una higiene oral deficiente incrementan el riesgo y aceleran su progresión. Además, las bacterias presentes en las infecciones de las encías pueden entrar en el torrente sanguíneo y contribuir a problemas cardiovasculares, lo que convierte la salud periodontal en una cuestión que va más allá de la boca.
La caries radicular es otro problema característico de la tercera edad. Se produce cuando la raíz del diente queda expuesta por la retracción de las encías y es atacada por bacterias. A diferencia de la caries en el esmalte, la caries radicular avanza más rápidamente, ya que la dentina y el cemento radicular son menos resistentes. Su aparición está relacionada no solo con la acumulación de placa bacteriana, sino también con la disminución del flujo salival, algo que ocurre con frecuencia en personas mayores debido al uso de ciertos medicamentos o a enfermedades como el síndrome de Sjögren.
La xerostomía, o sequedad bucal, es otro trastorno habitual, ya que la saliva desempeña un papel clave en la protección de dientes y encías, ya que neutraliza ácidos, ayuda a eliminar restos de comida y contiene sustancias antimicrobianas. Cuando su producción disminuye, la boca se vuelve más vulnerable a infecciones, caries y problemas de masticación y deglución. Además, la sequedad puede generar molestias al hablar, mal aliento y alteraciones en el sentido del gusto, lo que repercute directamente en la calidad de vida.
Las prótesis dentales, aunque ofrecen una solución para la pérdida de dientes, también requieren cuidados específicos. Un mal ajuste puede provocar irritaciones, llagas y dificultades para masticar, mientras que la falta de higiene en su limpieza puede favorecer infecciones como la estomatitis subprotésica, causada por hongos. Por eso es fundamental revisarlas periódicamente y aprender las técnicas adecuadas para su mantenimiento.
A estos problemas se suma el mayor riesgo de cáncer oral en la tercera edad, según nos explica el Dr. Roger Quesada de la Clínica dental Dr. Sánchez Moya, quien nos cuenta que el envejecimiento, combinado con hábitos como el consumo de tabaco o alcohol, aumenta la probabilidad de desarrollar lesiones malignas en la lengua, encías, labios o mucosa oral. La detección temprana es clave para mejorar el pronóstico, por lo que las revisiones odontológicas periódicas son esenciales.
¿Qué debemos hacer para llegar con los dientes sanos a la tercera edad?
Para llegar a la tercera edad con dientes sanos es fundamental cuidar la salud bucal desde edades tempranas y mantener una constancia en esos hábitos a lo largo de toda la vida. La base está en una higiene oral correcta, que incluya el cepillado después de cada comida con una técnica adecuada, el uso diario de hilo dental para eliminar la placa que se acumula entre los dientes y, cuando sea necesario, enjuagues con flúor o antisépticos que refuercen el esmalte y controlen las bacterias.
Las revisiones periódicas con el dentista son igual de importantes, ya que permiten detectar y tratar problemas como caries o enfermedad periodontal antes de que se agraven. Lo ideal es acudir al menos una vez al año, aunque en personas con mayor riesgo lo recomendable es cada seis meses. Una limpieza profesional regular ayuda a eliminar el sarro y prevenir la inflamación de las encías.
La alimentación juega un papel clave. Una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, proteínas magras y lácteos, aporta los nutrientes necesarios para mantener dientes y encías fuertes. Limitar el consumo de azúcares y ultraprocesados reduce la aparición de caries, mientras que beber suficiente agua ayuda a mantener una producción adecuada de saliva. Evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol también es esencial, no solo para prevenir manchas y pérdida de piezas dentales, sino para reducir el riesgo de cáncer oral.